martes, noviembre 7

Cuento

DEL GESTO A MIRADA


Nano, andaba con una mueca de molestia. Ingresó a la Biblioteca, con la desazón de tener que cumplir un encargo, encontrar un autor, alguien de otro siglo, premiado cien años atrás, que decían que era anti-clerical, panteísta acérrimo y que en sus letras poéticas transparentaba los habitantes del espíritu, demarcados por símbolos que variaban entre el bien y el mal.

Indagó en los catálogos y revisó anaqueles. Del autor sabía el nombre, que era poeta e italiano, académico de letras, amante de latinos, Petrarca, la Divina Comedia y Fausto, poniéndolos a todos en un punto histórico, y él, su descriptor, adaptador.

Hurgueteaba con paciencia de científico, esperando descubrirlo, pero no lo encontraba. [Se decía: _Pero es tan famoso, debe estar acá, seguro debe estar…Se lamentaba ese orden de casillas, observaba pobreza de autores y textos entre los estantes. _Debería haber solo un panel de Premios Nobel, (cavilaba)… _Él debería estar ahí… Pero no estaba, ni el autor, ni el estante y su molestia crecía en la búsqueda fallida y renegaba de todo, como no lo encontraba. _Así nunca creceremos, (decía)… _ ¿Dónde está la diversidad? (agregaba)… _Si todos leen lo mismo, no habrá creación de nuevas ideas, (decía y se decía)…]

En la biblioteca, había un nuevo elemento de comunicación llamado Internet, información compartida entre computadores por un espacio virtual en red, en todo punto de la Tierra. Donde hubiese conexión, estaba la información disponible. Solicitó un computador. _Regístrese, (le dijeron).

Al poco rato ya estaba con uno en sus manos y se sentía muy diestro en él. En un buscador de páginas, puso el nombre del autor de su encargo: Giosue Carducci. Primero en sistema Biblioredes, luego, amplio a la opción www. Ahí, muchas páginas aparecieron, Premio Nóbel 1906, escuelas con su nombre, su biografía y bibliografía, textos y poemas…

Ya en lo que acontecía, se empezó a sentir cómodo, su rostro había ido cambiando y ese gesto de molestia se había trasformado, inclusive, sentía hasta casi un agradecimiento por el encargo solicitado.

Selecciono una página, en que figuraba un poema, “Inno a Satana”. No le molesto, era pluralista y leyó con tranquilidad. Los versos una alabanza, destinada a un ser; dirigida “A ti…” así empezaba el poema. Lo nombraba como “príncipe inmenso…” y afirmaba que: “mientras sonrían tierras y soles…” “vibre fecundo el llano…” el levanta “A Ti ardiente su verso a Satán…”, destacándolo al final como: “Rey del Banquete…” Después las páginas señalaban que era su obra máxima, su poesía mejor lograda…

Nano pensaba en algún verso suelto del soneto, “A Cristo Crucificado”, mientras leía el Inno (no me mueve ni el cielo ni el infierno/me mueve tu cuerpo tan herido, tus afrentas y tu muerte/muéveme tu amor, sin cielo te amo, sin infierno te temo/no me des porque te quiera, pues no lo espero/lo mismo te quiero te quisiera) y se preguntaba. ¿Cómo dentro de este hombre de letras habitaba un símbolo del espíritu del mal? o ¿Sólo pensó que era su deber mostrarlo? y esa era su paradoja, descubrir el alma y la intención de aquel poeta.

En eso estaba cuando le dijeron que era hora de cerrar, debía retirarse. Nano ya tenia su encargo, además sabia que aquel autor estaba en todas partes, en cada enlace a Internet. Que habían más letras ahí que todas las sumadas en aquella biblioteca, claro, sí que necesitaba energía y un computador para obtenerlas, y que no era tan simple de llevar como una hoja impresa, en que una copia de un poema llamado Inno a Satana u otro llamado A Cristo Crucificado podían transformar el gesto de alguna mirada.



A los 100 años Premio Nobel Giosue Carducci


Atilano González Orellana

Paralelo 45 Patagonia - Chile

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