lunes, marzo 12

El Despeinado

El Despeinado

Era primavera, la Canción Nacional se había cantado a las una y media como todos los días lunes. Los niños del kindergarden de la Escuela Superior de Hombres Numero Uno de Coyhaique ya estabamos en la sala. La tía Fany, nuestra profesora, siempre recta y ordenada no permitía que nada alterara el normal desarrollo de sus clases. Habíamos pasado ya casi todo el año con ella y nos tenia a todos diferenciados. Un niño era especialista en hacerse notar, extremadamente inquieto, iba de banca en banca alternando y conversando con todos los compañeros. Según supe después su mamá era profesora de la escuela vecina, la Superior de Niñas Numero Dos, que era el duplicado de la nuestra y según se decía, él había aprendido a caminar en una sala de clases. Cuando la tía se cansaba de su remolino, - que según pienso ahora, era siempre -, lo mandaba a la Dirección. Cosa que para ella era muy simple y atinada, ya que el Director de nombre Raúl era su marido. Así que mi compañero, aceptaba gustoso el reto, ya que en clases, el soberanamente se aburría - hasta parece que ya sabia leer, pues un día mirando el mástil de la bandera, que engalanaba ambas escuelas, me dijo _ Mira ahí, indicando hacia la pared; qué dice? Yo, sin saber, afirme negativamente moviendo mi cabeza, y él me leyó: _Soc. Constructora de Establecimientos Educacionales 1949 José Aracena A. Arquitecto. De esa vez, quede sorprendido, y nos hicimos amigos, así que de toda vez que era exiliado por los exabruptos de la tía, me compartía algunas aventuras que realizaba al interior de la escuela. Nuestra sala quedaba al final del primer piso y colindaba con la casa de la tía Fany que estaba incluida dentro del Grupo Escolar -era la casa del director- y desde la ventana de la sala, la tía la observaba de rato en rato, discretamente, para ver así quien entraba o salía. También nuestra sala estaba, cerca de los baños y de una puerta que conectaba a un gran patio descubierto, este con piso de tierra, unos arcos para jugar a la pelota y un sitio con barras de diferentes alturas que estaban cerca de un sendero que conducía a una multicancha, leñera y a la casa de don Lauro, una especie de San Pedro de la escuela, pues estaba encargado de todas las llaves, de abrir y cerrarla cada día del año, como también que se mantuviera limpia y calentada.
Ya, mi amigo, al salir de la sala iniciaba su primer juego, consistía en arrastrase a la carrera sobre las baldosas del patio cubierto y pasar gritando por esta especie de corredor al cual confluían todas las salas. Ahí aparecía Don Lauro, quien llevaba a cabo la orden de la tía Fany, entregando a mi compañero a la Dirección. En la oficina de don Raúl era otro mundo, rumas de papeles ordenadas en estantes, un amplio escritorio y dos sillones para atender a las visitas. Un piso de tablas que estaba siempre brillante y con dos ventanas que observaban a la entrada de la Escuela. Como mi compañero era un asiduo visitante ya le habían instalado un banco donde hacer tareas a la vista de don Raúl. Después, cuando las terminaba, debiendo regresar a la sala, Nano, como le decíamos a él, se desplazaba raudamente a la cocina donde la Sra. Luzmira, que en medio de peroles y teteras, rodeada de sugerentes fragancias de guisos y cazuelas, lo recibía alegremente y le separaba huesillos y ciruelas cocidas, dialogando en los tantos de lo que sucedía en la dirección. Unos metros mas allá de este comedor, estaba el gimnasio, a donde Nano encaminaba sus pasos con la esperanza de observar algunas niñas, nuestro templo del deporte era compartido con las alumnas de la escuela conjunta, la dos -como la nombraban en la ciudad- y quienes en esos días entrenaban la presentación que harían en la revista de gimnasia anual para el aniversario de Coyhaique, el doce de Octubre y ya faltaba muy poco, y ese motivo de conocimiento le permitía ser centro de atención, entre nuestros compañeros. Ya en el gimnasio, esa tarde se llevo una gran sorpresa, pues no estaban las niñas y hubiese estado vacío de no ser por la presencia de un anciano octogenario que con pantalones cortos entrenaba el ángel en las argollas. Nano sorprendido se acercó de manera discreta, observó con detalle las piruetas que el anciano realizaba en las argollas. Después de unos minutos quiso preguntar el motivo de sus ejercicios y de la vitalidad con que los hacia. El anciano le respondió corto y escueto: _“La salud hace el deporte, el deporte hace la salud”. Sin comprender mucho, Nano se despidió, recordando en el momento, que durante el acto del veintiuno de Mayo en el gimnasio, del proscenio que se encontraba al fondo de éste, apareció un grupo de marineros de la nada, y decidió investigar ese secreto. Se subió al escenario y del fondo del telón pudo apreciar que había dos puertas, una a cada costado, una se dirigía hacia los baños y camarines de la Escuela de Niñas y la otra se dirigía hacia los baños y camarines de la Escuela de Hombres, y bajo sus pies habían una puerta en el piso que conectaba con un subterráneo del escenario. -Que gran aventura se decía- quiso levantarla pero no pudo, lo reintento con todas sus fuerzas desplazándola poco a poco, cuando ya estuvo abierta pudo observar como el polvo pululaba en el aire, a través de las haces de luz que penetraban hacia el interior, encamino sus pasos tímidamente, en un comienzo no aprecio nada, pero grande fue su espanto cuando dentro de la sombras aparece un esqueleto que usara algún profesor para enseñar anatomía, asustado salió como rayo, dejo caer la puerta al piso y se apoyo en una pared de proscenio. Cansado y preocupado por la hora tomo la puerta hacia los camarines, se encontró en los baños del gimnasio y con una puerta que conectaba con el patio descubierto muy próximo al lugar de las barras. Como no había nadie en el patio, lo cruzó rápidamente en dirección al acceso que estaba más cerca de su sala. Cuando entró a esta, estaba todo su overol sucio y su pelo despeinado. La tía lo mira seriamente, -todos estabamos ordenados y trabajando- algo quiso decir, pero sonó la campana, nos levantamos rápidamente y salimos corriendo al recreo. Escuche decir a la tía al salir, _Nano. En el recreo debes ponerte al día de lo que hicieron tus compañeros.

FIN

Atilano

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen cuento, buen relato, deja la imagen de los acontecimientos.