viernes, noviembre 21

Paramnesias del Mono Chico




Paramnesias del Mono Chico


I

En aquellos años el general se había tomado el poder, me había vuelto un niño belicoso y le pegaba cada vez que podía al hijo del suboficial, sin que nadie se diera cuenta... Ese día el desafío fue en las puertas del colegio, y después de un te voy a sacar la mier... nos empezamos a dar en las veredas de la bencinera que se encontraba enfrente de la escuela... lo tenía en el suelo y le estaba dando, cuando llegó su hermana, una niña de un curso superior, pero como era bien alimentada tenía casi dos veces mi peso, me tomo de los cabellos por la espalda y me arrastro un par de metros lejos de su hermano agredido... En aquel momento pasa el director, yo lloraba del desamparo de la injusticia de no poderle dar con justicia, pero ambos fuimos a parar a su oficina y como él tenía una mejor escusa, la culpa la pagué yo; quedando por niño problema, belicoso, violento, enojadizo y un montón de adjetivos que no se pueden decir; además de los tres días de suspensión y la marca de oveja negra que después de mucho tiempo fue muy difícil de borrar...
(creo que mi actitud solo fue un eco de una minoría silenciosa, o mayoría silenciosa; ya que siempre se ven caras, pero no corazones... -y aquí cómo va la cosa- personalmente creo que se ven corazones, algunos sí, los ven con el cerebro, otros con el corazón y no falta quien con ambos al unísono)...

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II

De un rato a otro; es bueno preguntarse si hace bien o mal destapar la caja de recuerdos; y preguntarse; ¿Qué tan bien hace destaparlos? ¿Cómo tan mal dejarlos escondidos en una cuenta de ahorro que tampoco se sabe a quién le pueda contribuir?; o cobrar aquellos intereses acumulados; pero como cada cosa solo es una vivencia personal, del mismo modo la respuesta es solo personal, íntima y propia. Así que seguiremos levantando los diez años, aquellos en que dos lustros no importan mucho cuando pasan los minutos, pero si importan cuando ellos se han acumulado y los miramos como un ave ve pasar un ejército de hormigas bajo el árbol en el que se ha detenido a dormitar una siesta, con un ojo abierto y otro cerrado; así que este ojo abierto es el que los ve realmente pasar y el cerrado es aquel de un modo casi recreativo y sensorial, señala de como podría haber sido, para que la siesta solo pareciese sueño...

Mi pequeño ojo abierto de diez años despierta muy de madrugada; con un despierta huevón, y unos ojos detrás de unas gafas y un cañón apuntando su despertar; aunque tal vez aquello lo ha visto el ojo cerrado; pero si el abierto vio que revisaban sus cajones, y buscando cosas donde no había nada, encontraron un limpia camisa, con dos o tres insignias, una de ejercito de algo, y otra con una bandera de lo que al menos el ojo abierto pensaba significaba un país; entonces: _qué es esto; -preguntó el oficial-; _solo la camisa de la brigada, -contestó el niño-; _pues ya no, -respondió él-; y luego desapareció de su mirada como todas aquellas horas de ser juguete de una tropa mayor; aunque el ojo cerrado la vio quemarse, el ojo abierto solo la vio irse; pero con ello casi la bandera y un ejército de algo que ya para él, era del sin sentido...

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III

A los pocos días después terminaba el año escolar y mi padre detenido ese verano en el gimnasio del mismo regimiento que cuando se volvía este cine, la pasábamos viento películas de guerra y espías... Cuando ya mi madre pudo ir a verlo alguna vez me pidió le hiciese compañía, así que le llevábamos cigarrillos que dejaba en la misma guardia en la cual tenía acceso algunos meses antes, y el recibimiento era bastante distinto. Siempre iba con la cabeza gacha y sentía una profunda contradicción y un grito oprimido, que alguna vez pude dejar escapar en la absoluta libertad y a cinco mil metros en las laderas del volcán descabezado, entre el canto de una vertiente que llegaba al río Maule, aunque eso fue casi tres lustros después... Casi a finales de ese verano fue trasladado a un regimiento de caballería y ahora el designado Gobernador debía limpiar caballerizas y entretenerse jugando cartas con sus compañeros, (las cuales fueron hechas con el dorado del papel que envolvía los atados de cigarrillos)... y además haciendo chaucheras y cinturones con la suela y lonja de las monturas dejadas al desuso; (mi hermano Toño aún conserva aquel cinturón y ya le ha durado en la cintura casi siete lustros; del mío, ese tuvo la suerte de calmar mi atado de nervios, que cual abuela esquimal desgaste mis dientes con él, hasta que ya antes del primer lustro no quedaba nada)... Durante ese tiempo le hicieron un juicio, y él que pasaba su vehículo para hacer cada gestión pública que era encomendado, junto de pasárselo a todo compañero -como decía él-, lo acusaron de abuso en el uso de vehículo fiscal y le dieron pena de relegación a un pueblo enclavado en la región de Arauco, a orillas del mar y en una cuenca carbonífera, varios kilómetros distante de mi lugar; y en el entretanto en su trabajo de Correos lo trasfirieron a la ciudad de Illapel, más alejada aún, y le dijeron debe presentarse el próximo lunes, cosa tal que aún estaba detenido, así que por no presentarse quedo cesante y sin recibir ningún tipo de finiquito, ni nada de nada, además de cargar con su condena... (-Aunque creo la saco barata, muchos otros solo fueron fusilados y dados de baja de manera no muy de caballeros, aunque el crimen de ellos solo fue pensar e intentar hacer de su país un mundo mejor a su escala y semejanza, pero no resultó; de explicaciones ya tiene mucho este mundo, para que más-)...

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IV

Cuando ya habían pasado más de cuatro lustros; caminando con mi padre entre las quebradas de los Tejos buscando cristales de cuarzo, recordamos algunos instantes del asunto de lo que nos paso a mis diez años; recordó ahí, que lo que más le dio tristeza fue la visita de un cuñado que estaba del otro lado (-El esposo de tía Teresa-) y que durante los interrogatorios apareció en escena, encarándolo directamente y preguntándole; _Antonio dónde están las armas?... -Cosas que ambos sabían no existían-...
Aunque entrando luego en los temas más difíciles, supusimos que él quizás había ayudado a que no lo fenecieran...

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V

Todo no era tan malo, siempre quedaban los amigos y jugar a la pelota en un gran bandejón entre dos calles, una de ripio y la otra en cementada; y en medio del juego nos peleábamos por quien iba más rápido a rescatar el balón cuando lo tirábamos a las ruedas de los autos en marcha; luego a inventar cosas de espías y aventuras en los entretechos y las casas vacías; cuando ya sabía de una me dejaba caer por los tejados y los patios de atrás, siempre buscando algún dulce o alguna revista vieja, en la cual hurguetear cosas que aún desconocía... Un día de aquel año, infectado de aburrimiento me tomo por curiosidad un gran manojo de llaves que estaba pegada en un clavo a una altura del metro ochenta detrás de la puerta de la cocina, y quise probar con todas ellas a cual le daban a las cerraduras; a la vuelta de la casa había un kiosco, que tenía nombre espacial, pues se nombraba El Cometa, ahí por lo general gastaba mis monedas de los caramelos y chocolates, y adquirir los sobres del último álbum de colección, ese año era del mundial de futbol del setenta y cuatro, allá en la Alemania de oeste; (-¿O del este?... ya no lo recuerdo hoy); y este suelo había clasificado, ya que los hijos de Zares Extintos no quisieron venir a repechar acá, por eso de boicots y guerras frías frente a la nueva estructura política. Un día compraron sardinas en tarro, esas con llavecitas en forma de T, que desenvuelven el latón del tarro y yo me la puse en el overol de colegio; cuando regresaba de él, pase por el kiosco y como estaba cerrado, probé la llavecita de la sardina, y cataplum; funcionó. El corazón en aquel instante fluyó a millones de revoluciones y en medio de un gran susto, cierro la puerta y me voy a la merienda del medio día, jurándome y rejurándome, que volvería luego por todas la laminitas, chocolates y golosinas que cupieran en mi bolsón... Cuando se hizo de noche, para asegurar éxito en mi faena, me acoplé a las carteras el manojo de llaves y después de la escusa tonta de salir a dar una vuelta, encaminé mis pasos hacia aquella puerta, que me llevaría al tesoro más anhelado en mi ambicioso pensamiento de diez años. Ahora otra vez en la puerta pero amparado en la oscuridad y media sombras; pero no me funcionó ni una, ni una sola llave y menos la T de la sardina, así que me acordé que me gustaba la fruta, el queso y los jamones, todos restringidos placeres culinarios, por eso de adaptarse al nuevo sistema económico imperante, y el nuestro no era muy holgado que digamos... Así que ahora crucé la calle y me dirigí al mercado, el cual presentaba una cúpula central y los locatarios hacia los extremos, en todo el rectángulo que formaba su figura, con sus puertas de acceso a los costados, entonces recorrí puerta a puerta; intento alcázar lograr entrar y en cada punto era imposible, y cada vez más imposible y del corazón un extraño pensamiento como angustiante me entraba. Frente a este mercado estaba la estación de los buenos, de los buenos policías, habiendo uno que siempre daba la ronda de esquina a esquina, que entre su ociosidad se percató de una sombra que deambulaba en los exteriores del mercado, entonces él más sigiloso que yo, se mimetizó hasta encararme frente a frente con su linterna, y ahí quedaste mozuelo; en la guardia de la policía y llenando mi primera ficha, que por esas cosas del destino quedo sin marca siquiera, salvo la de los escobillonazos de mi madre, que de regreso después de rescatarme, me arropó sobre mi cuerpo, entre el desengaño de un hijo ladrón y en su vano intento de rectificar mi camino...

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VI

Antes de los diez ya había nacido en muchos aspectos, entonces conocía algunos secretos de los cuales su ufano narrador era un experto; así que en ese desamparo de un padre preso y una madre preocupada de ordenar un hogar, buscaba distraerme en la medida de mis conocimientos, y como eran algo no muy buenos de contar ahora, pero sí de dar a suponer; en el regalo que otorgue vuestra imaginación, diré de una nueva amiguita que me hizo sonreír, y olvidar mis otros problemas y meternos juntos en los de ambos...
Ella era hija de una amiga de mamá, que anduvo de paso algunos días y como era muy parada de hilacha, o de muy alta personalidad, ayudaba a mi madre en trámites de señoras y yo a mi amiga en los tramites de recorrer los senderos de infancia, que durante casi tres meses recorrimos diariamente, llevándonos a cada rinconcito que sin haber estado ella, no hubiesen tenido ese sentido de una cereza muy dulce de comer en el placer de amar un vivir...

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VII

Aquella mañana habíamos estado jugando al corre que te pilla, y siempre se dejaba pillar; luego me tocaba el hombro con suavidad y seguía otra vez corriendo; con un desafío del alcánzame si puedes; y se dejaba alcanzar con una gran sonrisa y dándome su aliento entre boca y nariz, para seguir riendo, corriendo, buscando y alcanzando... De tanto correr llegamos hasta el extremo más extremo, y de ahí no había donde más ir; salvo hasta los centros de nosotros, que en ese momento luego de aceptarnos encontramos ambos...

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VIII

En el año anterior, en los nueve años, se realizó por estos parajes la UNCTAD III y una manera de promoverla entre los niños, fue armando un álbum de laminitas con todos los países que la integraban, haciendo realce en su idioma, capital, superficie, fecha de independencia, población, ingresos, recursos naturales, religión, etc. En realidad todo lo dado a geografía física y humana de cada país que participaba en ella...
Por esas cosas completé mi álbum con mucha facilidad y mis diálogos del año siguiente tenían en su mayoría relación con ello, cabreando a más de alguno de mis amigos, que no estaban ni ahí con un mundo envuelto en una madeja de humanos enredados en el complejo de sus ordenamientos políticos, económicos y religiosos...

Extraño mundo ese de los setenta, donde la guerra fría era cómplice hasta de las actividades más mínimas de todos, y el armamentismo tan parecido al de hoy, estaba con el dedo en el gatillo; ahora también, pero con el dedo un poquito más lejos y muchos que ahora tienen diez años también se van dando cuenta, haciendo de su vida, una jugarreta de juegos digitales, donde si el gatillo se ocupa a diestra y siniestra...

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IX

Si algo quedo marcado, fue un hecho pendiente; de esos que se conversan todos los días, y uno hablador que era; lo tenía en la punta de la lengua y comentaba a todos mis amigos, eso que iba a suceder y hacer aquel próximo dieciocho de septiembre; y que era la continuidad de algo sucedido un veinte de agosto anterior; ese día fui con padres , tíos y abuelos a unas carreras a la chilena, en lago Frío, un lugar que dista unos veinte kilómetros de mi ciudad y ese día jugué por primera vez a la taba; y con tan buena suerte que acumule tantos billetes en las manos, como nunca había tenido; además con la gran cantidad de circulante que existía, no era extraño que cada quien llevase un buen fajo de billetes para sí... Entonces el próximo Dieciocho que vendría, las carreras serían en lago Pólux, y tío Pancho correría al caballo Pampa, un tobiano bayo, que con solo escuchar un sonido algo fuerte, disparaba tan rápido como ráfaga fortuita, de esas que vienen de la nada y levantan todo lo que encuentran a su paso. Yo, día con día levantaba debajo de mi cabecera los billetes que llevaría apostar, y me dormía en la noche con la figura de la taba cayendo en culo o suerte, y tanteando mi muñeca con el pulso perfecto para que siempre a mi fuera buena...

La cosa es que una semana antes todo se derrumbo, y esa carreras a la chilena que esperaba con tantas ansias nunca llegaron, como también sé que ya no llegaran, aunque en los recuerdos del Mono Chico, vuelven de vez en vez con forma de sonrisa, cuando me encuentro un hueso de rodilla de vacuno, y lo miro por ambos lados; identificando el culo y la suerte...

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X

Siempre del tiempo después, se me dio por auto preguntarme donde estuvo esa razón intima para enrolarme e ir con tanto agrado a un lugar y actividad donde si bien te ayudan en sobrevivencia, esta involucra en el último de los fines tener que saber de instancias para generar muertes en este entre comillas sobrevivir; si bien me nombraban el Mono Chico era porque existía otro Mono Grande, y en el deber de ser familia debía de acompañarlo en cada instancia; y para él y para mí, nos toco compartir esta...

En este país, como en casi todos los países; desde muy pequeño inculcan el sentido del deber patrio, y de cómo se consiguió una libertad y vivir en aquella en un espacio físico limitado por fronteras; y de cómo se hicieron esas fronteras...

Dentro de aquel rigor, hay muchos héroes, pero en especial para este suelo uno que de ocho años entro en una escuela naval y haciendo de su vida una constante en el deber militar, la entrego esta abiertamente en un litigio del país, quedando como héroe máximo; entonces en aquel ejemplo, que yo estuviese ahí no era para nada extraño, pues cumplía con mi deber tal cual él...

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XI


Si bien no estaba exento de lo que confluía entre mis medios, la doctrina televisiva y la publicidad partidista rondaban fiesta en el día a día; aunque mi mente infantil solo exploraba en instancias de guerra, fruto de tanto alimentarse con programas que la mostraban, sobre todo los últimos ecos de la segunda gran guerra, donde el día D los comandos caían como enjambres de abejas, y muchas caían sin llegar con el polen al panal; otros se escapaban de campos de concentración y no faltaban nunca imágenes de violentos bombardeos; todo lleno de muerte y violencia, pero que los directores la camuflaban como grandes triunfos y a la postre eran solo películas y ninguno moría...

Entonces en la horas de cuartel, cuando podía me alejaba de la tropa y me internaba entre los hangares intentando descubrir siempre ese secreto que decían se guardaba por ahí (en los diálogos entre los muchachos mayores no faltaba quien decía los había visto), y que era la última joyita de exterminio masivo; en mi inocencia y búsqueda era solo conocer un tanque; cosa que al menos nunca vi...

Aunque lo que más me gustaba era ese pequeño rol público, donde siempre éramos serviciales en los actos, y servíamos de cordones de control frente al expectante auditorio de lo que se mantuviera en escena; y el hecho de estar en la primera línea frente a los actores de los diversos cuadros, que en la gran mayoría de los casos eran alusivos al poblamiento de esta región y ciudad...

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XII


En un primer rally y a cargo de una guardia nocturna, fui sorprendido con un café tan amargo y caliente a eso de la cinco de la madrugada; de esos que te dan un minuto para tomarlo; y yo lo bebí...

Sí bien me estaba volviendo un ser duro, pasaba cada prueba y desafío, aún soportando cosas que no me gustaban, y que de la mejor de mis ganas me hubiese quedado durmiendo entre las sabanas y pasar la tarde del sábado prendido de alguna página de cuentos; pero el deber de sentirse un hombre niño responsable a la medida de los padres y patria, confabulaban en ser más fuerte que la voluntad de hacer algo que me tuviese más distraído...

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XIII

Una vez me tocó Vela de Armas, la noche antes de jurar a una bandera, esa que conocemos, la de la estrella y los tres colores; el tricolor de la fraternidad, la igualdad y la libertad, que adosamos antes de rebelarnos a quien ya no le queríamos pagar impuesto; (por eso nos rebelamos)... (Y hoy los cobran igual, y no nos damos ni cuenta como)... La cosa es que fui un atado de nervios frente a lo comprometido; nunca he sido de horas exactas, quizás por mi afán de figurar que el momento perfecto es el que menos se espera...

Como ahí en la tropa se pasaba de grito a grito, con el tiempo empecé hablar gritado y hacer notar una especie de sordera, y un cambio en la relación izquierda-derecha; no topando nunca en el ritmo; y luego de un coscacho y un vozarrón; _Ya Mono Chico, lleva el paso.. Mar... Y entre ese pánico escénico, más me tupía, a pesar de levantar el pie bastante más arriba de la cabeza por el ejercicio de unas horas de karate... Así que luego de jurar; Yo soldado;...... Atilano........ ........ juro por dios y esta bandera, servir fielmente a mi patria... etc. ... el desfile frente a los jefes; y luego su quien cuenta pasa en primera fila y en línea trece con el paso cambiado; cosa que nadie dijo, pero la imagen fotográfica del hecho así la dejo registrada...

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Atilano González Orellana
Paralelo 45 Lat Sur - Chile








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