I
Noche
El error consistió
en creer que la Tierra era nuestra,
cuando la verdad de las cosas
es que nosotros
somos de la Tierra.
Nicanor Parra
Homenaje 30 años Poesía Internacional
Radio Nederland
II
OTRO EFECTO DE LA CONEXIÓN EN QUE EL ALMA PONE LAS COSAS
Debemos a la vida campestre que el hombre llevaba en los primeros tiempos ese aire risueño extendido por toda la mitología; le debemos esas descripciones afortunadas, esas aventuras ingenuas, esas divinidades graciosas, ese espectáculo de un estado bastante diferente del nuestro para desearlo, y que no está lo suficientemente alejado para que parezca inverosímil; en fin, esa mezcla de pasiones y de serenidad. Nuestra imaginación ríe con Diana, con Pan, con Apolo, con las ninfas, con los bosques y prados, con las fuentes. Si los primeros hombres hubieran vivido en las ciudades, como nosotros, los poetas no hubieran podido describirnos otra cosa que lo que vemos todos los días con inquietud, o que sentimos con repugnancia; todo respiraría avaricia, ambición y atormentadoras pasiones.
Los poetas que nos describen la vida bucólica nos hablan de la edad de oro, cuya pérdida deploran; es decir, nos hablan de un tiempo mucho más feliz y más tranquilo.
Extraído de “Ensayo Sobre el Gusto”
Barón de Montesquieu
Espasa-Calpe Argentina, S.A., Bs As 1948
III
Una Carroña
Recuerda aquel objeto que vimos, alma mía,
en la templada mañana estival:
al doblar el sendero, una carroña infame
sobre un lecho sembrado de piedras.
Las patas en alto, como una hembra lúbrica
destilando un ardiente veneno,
se abría de forma indolente y cínica
su vientre repleto de miasmas.
Abrasada al sol sobre aquella podre
como para acabar de cocerla,
y devolver ciento a Naturaleza
de aquello que uniera una vez;
y miraba el cielo al regio esqueleto
expandirse como una flor,
hedía tan fuerte, que sobre la hierba
creíste caer desmayada.
Danzaban las moscas sobre el vientre pútrido,
de donde a millares surgían
larvas que avanzaban, cual líquido espeso,
por esos vivientes despojos.
Todo aquello bajaba, subía como una ola
o se desgajaba crujiente;
diríase que el cuerpo, de un soplo animado,
se multiplicase y estuviera vivo.
Producía ese mundo una extraña música,
como el viento y el agua al pasar,
o el grano que rítmicamente se agita
y gira encerrado en la criba.
Se esfumaba todo y sólo era un sueño,
un esbozo renuente a surgir,
sobre el lienzo olvidado, que acaba el artista
por fin a través del recuerdo.
Detrás de las rocas, una perra inquieta
nos miraba con ojos airados,
espiando el instante de ir al esqueleto
Y hozar en su carne.
_Y sin embargo, igual serás que esta basura.
que esta infección horrible,
estrella de mis ojos, claro sol de mi vida.
Tú, mi pasión, ¡mi ángel!
Sí, tú serás así, oh reina de las gracias,
Tras el último viático,
Cuando bajo la hierba y la vegetación
Enraícen tus huesos.
Entonces, ¡oh mi bella!, diles a los gusanos
Que a besos te devorarán,
Que yo guardé la forma y la divina esencia
De mis descompuestos amores.
CHARLES BAUDELAIRE
Francés (1821-1867)
IV
...
La niebla matinal tiene en su haber
que hoy haya sido tan gris como ayer.
Persigues moscas y mosquitos,
armada con el espejo de los espantos:
una rama de sauce llena de telarañas.
Trato de escabullirme en tanto,
sin pisar las hormigas que huyen en maraña
y escucho el crujir de algo inesperado.
Aquí acaba de crujir algo importante.
¿Fue una bellota que cayó del tejado,
o una mala noticia de algo ya olvidado?
Un caracol pisoteado. Dios te tenga a su lado.
NEELTJE MARIA MIN
Poeta de Holanda
Homenaje 30 años Poesía Internacional
V
Extasis
El humo azul y lento de una choza aldeana
Se eleva como incienso en la limpia mañana.
Vibrantes resplandores coronan las colinas
Sobre el arroyo vienen y van las golondrinas.
En el fresco ribazo, mansas y musicales,
Ondean las espigas de los blondos trigales.
No hay árbol que no oculte en su fronda algún nido,
Ni arroyo cuyo borde no se halle florecido.
Y lleno de una intensa claridad jubilosa,
Todo mi corazón se abre como una rosa.
Gastón Figueira
VI
Humildad
Ten un poco de amor para las cosas:
Para el musgo que calma tu fatiga,
Para la fuente que tu sed mitiga,
Para las piedras y para las rosas.
En todo encontrarás una belleza
Virginal y un placer desconocido...
Ritma tu corazón con el latido
Del corazón de la Naturaleza.
Recibe, como un santo sacramento,
El perfume y la luz que te da el viento.
Quien sabe si su amor en él te envía
Aquel que la existencia ha transformado...
Y sé humilde y recuerda que algún día
Te ha de cubrir la Tierra que has pisado.
Francisco Villaespesa
Poeta Español
1877-1936
VII
Tahirassawichi en Washington
En 1898 Tahirassawichi fue a Washington
“solamente para hablar de religión”
(como dijo al gobierno americano)
solamente para preservar las oraciones.
Y no le impresionó el Capitolio.
La Biblioteca del Congreso estaba bien
pero no servía para guardar los objetos sagrados
que sólo podían guardarse en su choza de barro
(que se estaba cayendo).
Cuando en el monumento a Washington le preguntaron
si quería subir por el ascensor o las escaleras
contestó: “No subiré. Los blancos amontonan piedras
para subir a ellas. Yo no subiré.
Yo he subido a las montañas hechas por Tirawa”.
Y Tahirassawichi dijo al Departamento de Estado:
“La Choza de Tirawa es el redondo cielo azul
(no nos gusta que haya nubes entre Tirawa y nosotros)
lo primero que hay que hacer
es escoger un lugar sagrado para habitar
un lugar consagrado a Tirawa, donde el hombre
pueda estar en silencio y meditación.
Nuestra choza redonda representa el nido
(el nido donde estar juntos y guardar hijitos)
en el centro está el fuego que nos une en una sola familia.
La puerta es para que cualquiera pueda entrar
y es por donde entran las visiones.
El azul es el color de la choza de Tirawa
y mezclamos tierra azul con agua del río
porque el río representa la vida que corre
sin parar, a través de las generaciones.
La olla de la pintura azul es la comba del cielo
Y pintamos una mazorca, que es el poder de la tierra.
Pero ese poder le viene de arriba, de Tirawa
por eso pintamos la mazorca con el color de Tirawa.
Después ofrecemos a Tirawa humo de tabaco.
(Antes no se fumaba por placer sino sólo por oración
Los blancos enseñaron a la gente a profanar el tabaco).
En el camino saludamos a todas las cosas con cantos
porque Tirawa está en todas las cosas. Saludamos los ríos:
desde lejos los ríos son una línea de árboles
y cantamos a esos árboles
más cerca vemos la línea de agua, y la oímos sonar
y cantamos al agua que corre sonando.
Y cantamos a los búfalos, pero no en las praderas
el Canto de los Búfalos lo cantamos en la choza
porque ya no hay búfalos.
Y cantamos las montañas, que fueron hechas por Tirawa.
A las montañas subimos solos, cuando vamos a rezar.
Desde allí se ve si hay enemigos. También si vienen amigos.
Las montañas son buenas para el hombre por eso las cantamos.
Y cantamos las mesetas, pero las cantamos en la choza
porque nosotros no hemos visto mesetas
esas montañas planas en la cumbre
pero nos han dicho que nuestros padres veían muchas mesetas
y recordamos lo que vieron allá lejos, en sus viajes.
Y cantamos a la aurora cuando sale del oriente
y toda la vida se renueva
(esto es muy misterioso, les estoy hablando
de algo muy sagrado).
Cantamos al lucero de la mañana
el lucero es como un hombre y está pintado de rojo
el color de la vida.
Cantamos cuando se despiertan los animales
y salen de sus escondites donde estaban dormidos.
La venada sale primero, seguida de su venadito.
Cantamos cuando entra el sol en la puerta de la choza
y cuando llega al borde del tragaluz en el centro de la choza
y después en la tarde cuando ya no hay sol en la choza
y está en el borde de las montañas que son como la pared
de una gran choza redonda donde viven los pueblos.
Cantamos en la noche cuando vienen los sueños.
Porque las visiones nos visitan más fácilmente de noche.
Viajan más fácilmente por la tierra dormida.
se acercan a la choza y se paran en la puerta
y después entran en la choza, llenándola toda.
Si no fuera verdad que vinieran esos sueños
hace tiempo que habríamos abandonado los cantos.
Y cantamos en la noche cuando salen las Pléyades.
Las siete estrellas están siempre juntas
y orientan al que está perdido, lejos de su aldea
(y enseñan a los hombres a estar unidos como ellas).
Tirawa es el padre de todos nuestros sueños
y prolonga nuestra tribu a través de los hijos.
Con el agua azul pintamos el signo de Tirawa
(un arco y en su centro una recta que baja)
en el rostro de un niño.
El arco en la frente y las mejillas
y la línea recta, en la nariz.
(El arco es la comba azul donde vive Tirawa
y la línea recta su aliento que baja y nos da la vida).
El rostro del niño representa la nueva generación
y el agua de río es el pasar de las generaciones
y la tierra azul que mezclamos es el cielo de Tirawa
(y el dibujo azul así trazado es el rostro de Tirawa).
Después hacemos al niño mirar el agua de río
y él al mirar el agua ve también su propia imagen
como viendo en su rostro sus hijos y los hijos de sus hijos
pero está viendo también el rostro azul de Tirawa
retratado en su rostro y en las futuras generaciones.
Nuestra choza les dije tiene forma de nido
y si suben a una montaña y miran alrededor
verán que el cielo rodea toda la tierra
y la tierra es redonda y tiene forma de nido
para que todas las tribus vivan juntas y unidas.
La tormenta puede botar el nido del águila
Pero el nido de la oropéndola sólo se mece en el viento
y no le pasa nada.”
Tahirassawichi, supongo, para el Departamento de Estado
No ha dicho nada.
ERNESTO CARDENAL
Poeta de Nicaragua
VIII
Testamento
Si ves a la mujer más hermosa de la Tierra
y te pregunta por mí
y ya esté muerto
dile que me alejé a las montañas
y allá vivo en el canto de los pájaros.
Si la mujer mas hermosa de la Tierra
te pregunta por un poeta
no dudes
dile que en cada pez sigo nadando en el río.
Si la mujer insiste
dile que estoy durmiendo bajo un boldo
tendido sobre la hierba
y que en toda piedra se refleja mi alma.
Si la mujer no calla
y aún te pregunta por un simple hombre
con mucha paciencia dile que, seguramente
está esperando el tren
tomando vino.
Si aquella mujer, entonces
se retira en silencio
ha llegado la hora de mencionar su nombre:
Poesía.
BERNARDO GONZÁLEZ
POETA DEL MAULE - CHILE
IX
Versos pastoriles
A vida sabe el son del caramillo
a sombra de la haya contemplando
cual va la verde loma despojando
del rico pasto el pobre ganadillo;
A vida ver tan lucio al cabritillo
travieso con los otros retozando;
a vida ver los claros arroyuelos
hacer al sol mil visos y espejuelos.
A vida sabe andar por la floresta,
y entresacando della varias flores
de varios y finísimos colores,
tejer una guirnalda bien compuesta;
a más que vida sabe allá en la siesta
decir a la zagala sus amores,
vencelle los garzones en la lucha,
cazalle la perdiz, pescar la trucha.
Aquí no llega el fasto ni la pompa,
no sabe aquí soberbia ni codicia;
aquí no tiene entrada la malicia,
que nuestros simples ánimos corrompa;
aquí no suena pífaro ni trompa,
perturbadora voz de la milicia;
que nunca el manso Pan, custodio nuestro,
gustó del iracundo Marte vuestro.
Versos extraídos de “Arauco Domado”
Pedro de Oña
Poeta nacido en ciudad de los Infantes de Angol 1570
Muerto en algún año y algún lugar
Referencia LITERATURA CHILENA DE LA CONQUISTA Y DE LA COLONIA
MIGUEL ANGEL VEGA
EDITORIAL NASCIMENTO 1954
X
El Jardinero
LXXIII
Oh Tierra, paciente madre oscura, tu riqueza no es infinita.
Te esfuerzas en alimentar a tus hijos, pero el alimento es escaso.
Las alegrías que nos ofreces nunca son perfectas.
Los juguetes que construyes para tus hijos son frágiles.
No puedes satisfacer nuestra insaciable esperanza. Pero no por ello te repudiaré.
Tu sonrisa sombreada por el dolor es dulce a mis ojos.
Tu amor, que nunca se realiza, es caro a mi corazón.
De tu pecho hemos recibido la vida, no la inmortalidad, y por ello velas por nosotros.
Hace siglos que compones colores y canciones, pero tu paraíso es todavía sólo un mero proyecto.
Tús más hermosas creaciones están veladas por la neblina de las lágrimas.
Vertiré mis canciones en tu corazón callado y mi amor en tu amor.
Te adoraré por tu esfuerzo.
He visto la dulzura de tu rostro y amo tu triste polvo, Madre Tierra.
RABINDRANATH TAGORE
Poeta de la India (1861 – 1941)
Premio Nobel 1913
XI
Rondas de Niños
La Tierra
Danzamos en Tierra chilena,
Más suave que rosas y miel,
La Tierra que amasa a los hombres,
De labios y pechos sin hiel.
La tierra más verde de huertos,
La Tierra más rubia de mies,
La Tierra más roja de viñas,
¡Qué dulce que roza los pies!
Su polvo hizo nuestras mejillas,
Su río hizo nuestro reír,
¡Y besa los pies de la ronda
Que la hace, cual madre, gemir!
Es bella, y por bella queremos
Su césped de rondas albear;
Es libre, y por libre queremos
Su rostro de cantos bañar...
Mañana abriremos sus rocas,
La haremos viñedo y pomar;
Mañana alzaremos sus pueblos:
¡Hoy sólo sabemos danzar!
Gabriela Mistral
XII
Siembra Eterna
Sembremos en los campos eternos de la vida,
Sin pensar en el fruto, sin soñar en la flor:
Cada semilla humilde que germina escondida,
Guarda para otros hombres un mensaje de amor.
La vida es toda fruto de una espiga primera
Que por surcos ignotos, desde la eternidad,
Va rodando, rodando, de una era a otra era;
Va rodando, rodando, de una edad a otra edad.
Somos los segadores de esa herencia divina;
Una deuda remota nos apremia al nacer;
Enterremos el germen de la futura encina,
Para gozar la sombra de la encina de ayer.
Román de Saavedra
XIII
Desde Una Estrella Lejana
Un día empece acelerar más de lo normal,
Era así como la sangre que observa el tecnologo medico
Y las sedimentaciones son como no deberían ser,
Algo más rápido que lo normal,
A mayor rapidez,
Mayor peligro,...
Eso pasó conmigo,
Mi interior casi calmo,
Pero aun caliente,
No mostraba tantos borbotones como antes,
Pero la energía se guardaba en mi estomago,
Cada vez más procesador de alimentos,
Que viajaban por las corrientes de mis venas,
Al lugar más oculto,
Mas profundo de mí ser,
Y este en movimiento los desplazaba hacia mis calores,
Y todo se fundía en un solo cuerpo,
Y los gases de esa fundición,
Buscaban el poro mas despejado por donde evadirse,...
De mi sangre,
Una sola agua de muchos colores.
Había una que estaba de luto,
Guardada después de tantos y tantos exámenes,
De tantos movimientos de pliegues,
Atrapadas durmiendo su siesta liquida.
Las agujas,
Rompían mi piel,
Queriendo robar mí sangre dormida
Y la llevaron al éter,
Al aura que me acariciaba,
Ahí multiplicados y multiplicados,
Cambiaron la frontera
Y los intrusos,
Con más poder en sus espadas,
Luchaban furiosos con mis defensas,
Que cada instante perdían una batalla,
Y la lucha cada vez era más de gigante y de enanos,
Mi movimiento se iba acelerando cada día una enésima más,
Solo perceptivo de una estrella lejana,
Que veía cambiar mis colores sospechosamente,
Una infinisima porción era suficiente para saber,
Pero no había aún, un punto de vista,
Y yo cada día me aceleraba más de lo normal,
Pero solo lo percibían las estrellas
Y pequeños seres que solo nacían para morir,...
Atilano
XIV
El Hombre y El Agua
Si el hombre es un gesto
El agua es la historia,
Si el hombre es un sueño
El agua es el rumbo,
Si el hombre es un pueblo
El agua es el mundo,
Si el hombre es recuerdo,
El agua es memoria,
Si el hombre esta vivo,
El agua es la vida,
Si el hombre es un niño,
El agua es parir,
Si el hombre la pisa
El agua salpica,
Cuídala como cuida
Ella de ti,...
Brinca, moja, vuela, lava,
Agua que vienes y vas
Río, espuma, lluvia, niebla
Nube, fuente, hielo, mar,...
Agua,
Barro en el camino,
Agua,
Que esculpes paisajes,
Agua,
Que mueves molinos,
Hay agua,
Que me das en nombrarte,
Agua,
Que detienes el fuego,
Agua,
Agujereas la piedra,
Agua,
Que estas en los cielos,
Como en la Tierra,...
Brinca, moja, vuela, lava,
Agua que vienes y vas
Río, espuma, lluvia, niebla
Nube, fuente, hielo, mar,...
Joan Manuel Serrat
Cantautor Español
XV
VIAJA LA TIERRA Y LA CIRCUNDA EL MAR
Viaja la Tierra y la circunda el mar,-
Esta Tierra tan dispersa en este mar tan misterioso.
Si ella cambia de lugar, su voracidad nos acompaña sin descanso,
Si nos alejamos de él, sigue resonando en nosotros.
No hemos elegido esta Tierra,
Ella nos habita desde entonces con su luz nocturna,
Con esa claridad que precede a las lluvias,
Con la nieve que blanquea en las noches de los árboles deformes,
Con su obscuridad más honda en sus vegetales dormidos
Y con todo lo brusco del comienzo de sus catástrofes.
Para acostumbrarnos a ella invocamos al sol.
No hemos buscado esta agua inmemorial,
Esta agua que nos inunda y nos devora implacable
Aunque hemos vivido rodeado de su humedad salobre,
Porque de su centró vertiginoso nace el océano verde
Que todo lo contiene en su resaca
Como de su vastedad el horizonte
Como de su forma extendida su agitar armonioso.
No se logran reconocer
Todos los seres separados hoy por las aguas,
No se pueden reconstruir todas las vidas
En esas casas que también se alejan,
Seres y casas que en la bruma de la distancia
Sólo nos dejan rostros disolviéndose
Como un espejo frente a otro, hasta el infinito
En estas tierras que se separan en silencio.
Viaja la Tierra y la circunda el mar,
Esta envoltura alada que se desplaza lentamente
Con todos los ausentes que llevamos en nosotros,
Con los nombres de las cosas en un recuerdo blanco,
Con sus fantasmas del tiempo emergiendo de los hielos
Y en el invierno invariable como un caballo solo en la llanura,
Sus vientos rehaciendo el miedo antiguo,
Con su soledad compacta transmitida a la sangre
De donde hemos devenido como del fondo de un gran estío
Para ser testigos de algo que sólo intuimos,
De lo que nos toca con su soplo bajo un cielo intacto
En este desplazamiento rodeado por las aguas.
Rolando Cárdenas Vera
Poeta de Punta Arenas
Magallanes - Chile
XVI
¡Alma! Ve a la montaña
Y recorre las sendas.
Recoge en tus pupilas
Lo que veas en ellas.
Mira los altos arboles
Mira las rudas piedras.
En todo hay un secreto
Que la noche revela.
Sabrás como el amor
Y el dolor y la pena
Germinan con la vida
Humilde de la yerba.
Escucha los rumores
De armoniosas cadencias
Que suben en la noche
Como voz de la Tierra.
¡Alma!
¡Tiende las alas y sé en la noche, estrellas!
Jorge González Bastias
Poeta Chileno (Maulino)
1879-1950
XVII
DEFENSA DEL ARBOL
Por qué te entregas a esa piedra
niño de ojos almendrados
con el impuro pensamiento
de derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
no se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
ya melancólico naranjo
debe ser siempre por el hombre
bien distinguido y respetado:
niño perverso que lo hiera
hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
cómo es posible que un muchacho
tenga este gesto tan indigno
siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
no sabe el cuervo que ha criado,
te cree un hombre verdadero,
yo pienso todo lo contrario:
creo que no hay en todo Chile
niño tan mal intencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
como a un puñal envenenado,
tú que comprendes claramente
la gran persona que es el árbol!
El da la fruta deleitosa
más que la leche, más que el nardo;
leña de oro en el invierno,
sombra de plata en el verano,
y, lo que es más que todo junto,
crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
que no hay amigo como el árbol,
adonde quiera que te vuelvas
siempre lo encuentras a tu lado,
vayas pisando tierra firme
o móvil mar alborotado,
estés meciéndote en la cuna
o bien un día agonizado,
más fiel que el vidrio del espejo
y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces,
mira que Dios te está mirando,
ruega al Señor que te perdone
de tan gravísimo pecado.
Y nunca más la piedra ingrata
salga silbando de tu mano.
NICANOR PARRA
XVIII
ARBOL...EL RENACER
Verde y añoso
danzas al ritmo de la naturaleza.
Patriarca sabio
entregando su fortaleza
en un continuo renacer
de tiernos retoños
Guerrero admirable
que mueres de pie
Hogar de tibios pájaros
Inmensidad que apabulla
Hijo de la madre tierra
Vives y te apagas
en silenciosa agonía
que no sabe de desmayos
Ximena Rivas
Poeta de argentina Bs. As.
XIX
Plantando el árbol.
Abramos la dulce Tierra
Con amor, con mucho amor;
Es éste un acto que encierra,
De misterios, el mayor.
Cantemos, mientras el tallo
Toca el seno maternal.
Bautismo de luz da un rayo
Al cono piramidal.
Lo entregaremos ahora
A la buena Agua, y a vos,
Noble sol; a vos, señora
Tierra, y al buen padre, Dios.
Agua, tú irás obediente
A absorberte en su raíz.
Tierra, tú le harás potente;
Sol, le pintarás matiz.
Y el Señor le hará tan bueno
Como un buen hombre, o mejor;
En la tempestad, sereno,
Y en toda hora, amparador.
Te dejo en pie. Ya eres mío,
Y te juro protección
Contra el hacha, contra el frío,
Y el insecto y el turbión.
A tu vida me consagro;
Descansa en mi suave amor.
¿Qué haré, que valga el milagro
de tu fruto y de tu flor?
Gabriela Mistral
XX
ODA A LA TIERRA
Yo no a la Tierra pródiga
canto,
la desbordada
madre de las raíces,
la despilfarradora,
espesa de racimos y de pájaros,
lodos y manantiales,
patria de los caimanes,
sultana de anchos senos
y diadema erizada,
no al origen
del tigre en el follaje
ni a la grávida Tierra de labranza
con su semilla como
un minúsculo nido
que cantará mañana,
no, yo alabo
la Tierra mineral, la piedra andina,
la cicatriz severa
del desierto lunar, las espaciosas
arenas de salitre,
yo canto
el hierro,
la encrespada cabeza
del cobre y sus racimos
cuando emerge
envuelto en polvo y pólvora
recién desenterrado
de la geografía.
Oh Tierra, madre dura,
allí escondiste
los metales profundos,
de allí los arañamos
y con fuego
el hombre,
Pedro,
Rodríguez o Ramírez
los convirtió de nuevo
en luz original, en lava líquida,
y entonces
duro, contigo, Tierra,
colérico metal,
te hiciste por la fuerza
de las pequeñas manos de mi tío
alambre o herradura,
nave o locomotora,
esqueleto de escuela,
velocidad de bala.
Arida Tierra, mano
sin signos en la palma,
a ti te canto,
aquí no diste trinos
ni te nutrió la rosa
de la corriente que canta
seca, dura y cerrada,
puño enemigo, estrella
negra,
a ti te canto
porque el hombre
te hará parir, te llenará de frutos,
buscará tus ovarios,
derramará en tu copa secreta
los rayos especiales,
Tierra de los desiertos,
línea pura,
a ti las escrituras de mi canto
porque pareces muerta
y te despierta
el ramalazo de la dinamita,
y un penacho de humo sangriento
anuncia el parto
y salgan los metales hacia el cielo.
Tierra, me gustas
en la arcilla y la arena,
te levanto y te formo,
como tú me formaste,
y ruedas de mis dedos
como yo desprendido
voy a volver a tu matriz extensa.
Tierra, de pronto
me parece tocarte
en todos tus contornos
de medalla porosa,
de jarra diminuta,
y en tu forma paseo
mis manos
hallando la cadera de la que amo,
los pequeñitos senos,
el viento como un grano
de suave y tibia avena
y a ti me abrazo, Tierra,
junto a ti, duermo,
en tu cintura se atan mis brazos y mis labios,
duermo contigo y siembro mis más profundos besos.
Pablo Neruda
XXI
Romance Del Vendedor De Canciones
Cuando los arroyos bruñen
Filos de luna en el agua,
El hombre se va cantando,
Cantando por la montaña.
Los ojos de los borricos
Llevan estrellas mojadas
Y los huertos de mi tierra
Le dan perfume a sus árguenas.
El camino blanco, blanco,
Como un papel sin palabras.
El hombre le va poniendo
La letra de una tonada.
Sobre los álamos nuevos
El viento ensaya sus arpas.
La esquila de la madrina
Gotea sus notas claras
El estero es, en la noche,
Un trozo de cielo que anda.
Arriba, el cielo fulgente
Es un estero que calla.
Los cascos de los borricos
Trizan el cielo y el agua.
El hombre que va cantando
Tiene la copia mojada.
Sigue cantando el arriero
Por los caminos del alba.
Llegado al pueblo, el pregón
Irá a golpear a las casas:
“¡Llevo canciones maduras,
Canciones recién cortadas!”
Las gentes lo sentirán,
En sueño, desde sus camas
Y al ver que, aún queda noche,
No entreabrirán sus ventanas.
“¡Canciones maduras traigo,
Canciones recién cortadas!”
Y quedara por las calles
Como un olor de manzanas.
Oscar Castro
Poeta de Chile (Nacido en Rancagua)
1910-1947
XXII
EL ARBOL
El árbol voló en el viento
con las raíces hacia el cielo
y goteando tierra sobre la tierra
Desarraigado, muerto,
inmóvil en su caída,
sin una queja, sin un gesto.
El otoño pintó su muerte amarilla
sobre todas las hojas.
Nada se salvará del invierno.
Caerá la lluvia parda
y todo será obscuro.
Entonces quizás la primavera
encuentre surcos para sus semillas.
Pero el árbol perderá su última hoja
y trémulas bajo la brisa tibia del estío
sus raíces acabarán de secarse
en una larga agonía de sol.
Jacqueline Sellan.
XXIII
Poemas Reflexiones Narrativas
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