domingo, noviembre 19

El Perro Bigotes Taras Bulba

El Perro Bigotes Taras Bulba

Son de esas cosas que nadie espera
y suceden por naturalidad,
por un decanto que solo pienso
algo desconocido lo provoca...

De mi ventana, encandilado en los pinos, asoma un perro,
luego desaparece,
y así dos meses, en este constante salir y llegar...

Ahora se ha radicado en el portal de mi casa,
el otro perro Jerri, no ha ladrado,
solo lo ha aceptado
y Pirula, mi otra perra solo le mueve la cola y vuelve cada madrugada humedecida
de jugar en los prados con este su nuevo amigo...

Tiene matices de antiguos perros que enterré entre los pinos,
del Douglas, un perro peludo grande y naranjo,
dueño de la camorra y que falleció en entradas de otoño, despidiéndose una noche
arrastrado a mis pies y jurándole que donde encuentre su yerto cuerpo,
ahi yacería su descanso eterno; ahora duerme ahí.
Y el otro Jerri, un pastor alemán mezclado con mastín,
de esos perros que no son malos, pero tu los ves y piensas si seguir o no;
él cuando murió fue envenenado y en pleno verano,
sus interiores explotaron y derramo la agonía por su boca,
exalando una fragancia nauseabunda, que no invitaba para nada a darle una caricia;
él por ser buen perro, guardián generoso y compañero de juegos de sobrinos e hijos,
tuvo un entierro de estado;
rompimos una sabana y fue envuelto en lino, como momia egipcia,
recogimos una oración de Francisco, se hicieron discursos
y mientras le tapabamos con tierra,
alguno silbó notas variables de una melodía escosesa...

Este nuevo amigo, llegado,
se parece a ambos, pero en su hocico trae un bigote a lo Taras Bulba,
sus ojos, como con una carga de desolación, su pelaje naranjo y negro, muy peludo
y cuando está contento y anda a diez pasos de mí,
levanta su cola, siendo gigante y hermosa
y con un color y gracia de mofeta,
que me hace preguntar; en qué momento va a dejar su chingada...

Uno de la familia conversando de esta visita,
dijo: _es el diablo,
entonces yo le dije: _no digas eso, al diablo no le gusta los soplones;
y parece que no hice bien,
pues su desconfianza hacia él se ha hecho mayor...

Pero él es un perro, solo un perro.
Y no tiene mas escusa y vida de perro;
de vez en cuando le tiro un hueso,
casi el favorito y más grande,
lo acepta algo desconfiado y lo roe en silencio;
otro rato le tiro un pan, una alluya fresca
y el muy mal agradecido no la quiere...

Ahora solo está,
no lo quiero echar,
le veo cara de hambre y susto, su columna media gacha,
como si hubiese sido golpeado, maltratado;
y tal vez solo anda buscando un amigo por la vida
y en mi
alguien que solidariza en su soledad,
hasta que él quiera,
solo hasta que él quiera...

Atilano

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